10 de marzo de 2010

Formas de mirar la luz


Viejo, eso es lo que soy. Y lo digo porque acabo de empezar a encontrar por los cajones y armarios de mi casa cosas perdidas u olvidadas que me sorprenden o me asaltan. Un atadillo de cartas, una vieja pluma -atrancada y con el plumín en lamentable estado-, tres pares de zapatos que no me pondré nunca más, monedas de cuando la peseta, el “detente” que me regalaron aquellas monjas, una foto de carnet medio deshecha con un bozo del que no tenía recuerdos, pequeñas caracolas y chapinas que cogí no sé qué día de playa, una flor seca, camisetas viejas con y sin mensaje… Todo conforma el rastro de una vida que a veces me cuesta reconocer como mía, aunque un lejano rumor apunta a que sí. Para muchas de esas cosas he elegido muerte y para otras voy a permitir que me sigan asustando.

Pues internet es, más o menos, una cajonera como la de cualquier casa, pero multiplicada por una cifra que no me atrevo a precisar. Y con la cualidad de que casi cualquiera echa mano del tirador y nos remueve unas entrañas que, cosa curiosa, nosotros hemos puesto allí para que se vean. El adsl nos convierte en voyeurs empedernidos, en la misma medida que nos hace exhibicionistas potenciales.

Abrir esa enorme cajonera virtual es fácil, pero no todo lo que encontramos nos interesa por igual -¿susto o muerte?-. Y he de confesar que los escondrijos que más me gustan, por su instantaneidad, son los de fotos. Así es que el otro día le hice caso a mi amigo Mariano y puse rumbo al chiffonier de un personaje curioso que me recomendó: “el niño de las luces”. Dicho así, parece el nombre de un novillero aunque no es nada de eso. Él libra de su trabajo cuando ya no hay luz natural y, como su pasión es la fotografía, ha estado experimentando con atardeceres y noches, y con luces artificiales, hasta conseguir las imágenes que quería. Unas pocas de muestra –y no las mejores, aunque a mí me gustan por diversos motivos- van con este texto. Y todo un mundo por descubrir en la página de Flickr que se ha hecho y se sigue haciendo con paciencia Pedro Javier Alcázar, que ese es su nombre. Si buscáis tutoriales sobre cómo hace algunas de esas fotos, pues también los ha subido a la red. Muchas de sus imágenes me tienen aún pensativo, y ya me barrunto el final: voy a tener que tirar la máquina de primera comunión que tengo y comprarme una de verdad. Y, sobre todo, voy a tener que acostumbrarme a mirar de otra manera, porque veo yo mucho turista por ahí con cada maquinorro que no sé si valdrá para algo más que para martirizar a sus amigos a la vuelta del viaje.

Lo dicho. Me he colgado con "el Niño de las luces" y, pidiéndole permiso, me dispongo a que vosotros también registréis su cajonera. Creo que os gustará.


7 comentarios:

Miguel Ángel Velasco Serrano dijo...

Si es que hoy en día hace fotos hasta el chiquillo del esquilaor.

Hagamos lo que hagamos, estamos expuestos a los flases del personal que nos amenaza con su digital en ristre.

Lo dicho, una auténtica vulgaridad.

M.M. Clares dijo...

De todos modos, a mí me sigue gustando ver fotografías de casi cualquier cosa. Aprendo de ellas mucho; de las que son vulgares y de las que no. Son el lenguaje universal más extendido. Si somos lo que escribimos, mucho más somos lo que vemos y sentimos. Y eso, casi siempre, se expresa por medios más sencillos que el de la escritura.

Saludos

Pilar dijo...

www.rubencastillo.blogspot.com

Toma, hermosura, te va a gustar. Rubén, Rubén, qué grande.

Besazos

¿Viejo??? cosas dices, guapo

M.M. Clares dijo...

Gracias por el "soplo", que ya he leído y me ha encantado. Le pongo dentro de un rato una nota a Rubén y voy a ver si abro una suscripción para un monumento.

Hasta muy pronto.

Elvira dijo...

He visto algunas de sus fotos y son muy buenas. Me pasaré otro día a ver más. Gracias por presentárnoslo, Manuel.

Saludos

M.M. Clares dijo...

Gracias a ti siempre por estar atenta a todo.

Sarashina dijo...

Jo qué fotos tan buenas. Manolico, vas viento en popa y a toda vela, hecho un bergantín. Yo me he dejado un ratico los viernes para visitar a la gente que me gusta. Un besico, buen hombre.