Desde hace días tengo la sensación de vivir en un mundo hecho de medias verdades, cuando no de auténticas falsedades. Y son muchas las circunstancias que confirman esa impresión. Las más recientes, las dos versiones sobre el ataque israelí a una flotilla de barcos que se dirigían a Gaza o los recuentos de manifestantes del pasado 8 de Junio por el Gobierno y los sindicatos. Lo dicho por unos y otros es tan dispar, que no hay punto intermedio donde encontrar el equilibrio.
Medias verdades y ganas de enredar, no conducen a nada bueno. Recordarán ustedes que hace unos tres años la inseguridad ciudadana fue un tema candente. Se encendieron todas las alarmas y hasta se decidió aquí, en Lorca, la creación de un centro integral de seguridad. El Partido Popular se comprometió por programa a su construcción y así lo ha hecho. Pero, ¿es hoy tan necesario como entonces? O mejor dicho: ¿era entonces necesario o sólo nos lo hicieron creer? Podríamos citar algunos asuntos locales más que parecían incuestionables entonces y que hoy se han convertido en nada, pero nos vamos a ir a temas mayores. ¿Se acuerdan de la gripe A que amenazaba con exterminar media Europa? ¿Dónde ha quedado en el ranking de preocupaciones ciudadanas? ¿Y dónde situamos hoy esa feroz escasez de agua para los cultivos que prácticamente ha desaparecido al mismo tiempo que llovía y que estallaba la burbuja inmobiliaria? Muchas de estas cortinas de humo han servido para tapar problemas reales, como la crisis económica provocada por la voracidad de los mercados financieros a los que dimos un dinero que hoy, cuando hace falta, volvemos a poner encima de la mesa los ciudadanos por decreto y en contra de aquellas diferencias ideológicas irrenunciables de Zapatero y que ya vemos en qué han quedado.
Después de dos años de intensa crisis, que no se solucionará sólo con las medidas adoptadas, ahora sabemos las causas reales: la gran mayoría de los organismos encargados de calificar o vigilar cualquier aspecto financiero llevaban mintiendo muchos años. Y lo han hecho desde simples agencias de tasación hasta consultorías internacionales; y ministros de hacienda; y hasta presidentes de gobierno. Aquel progreso social es hoy un espejismo y muchos estados europeos se tambalean por imprevisión o por engaños manifiestos. Y con ellos multitud de economías regionales y, por supuesto domésticas, hacen aguas por similares causas llevándose por delante un bienestar que era el máximo logro de Occidente. Los recorte anunciados marcan la senda de una involución de la que dicen no empezaremos a salir hasta dentro de dos años. Y eso lo dicen los mismos que nos engañaron con brotes verdes; los mismos que ahora piden comprensión por las duras medidas adoptadas. Y éstos que ahora predican austeridad, ¿están siendo sinceros? Medias verdades y falsedades son un campo abonado para la demagogia y los posicionamientos maximalistas. Y si me preocupan mucho los riesgos ciertos en los que se mueve la banca española, más inquieto me tienen las soluciones radicales que ya toman forma en las cabezas de muchos ciudadanos. Y el ejemplo de las elecciones en Holanda no es para tomarlo a la ligera.