El patrimonio cultural de Murcia tiene muy mala suerte o unos pésimos gestores. No sé realmente a qué carta quedarme. He visto sucumbir a la piqueta y a la desidia muchos elementos que formaban parte de ese patrimonio cultural y el reciente terremoto de Lorca lleva camino de acabar con las señas de identidad monumental de todo un pueblo que tenía en su cultura y su patrimonio uno de los referentes vitales más preciados. Aunque peor son otros “terremotos políticos”, como ciertos concejales y altos funcionarios de
Por causas extraordinarias o por las más “ordinarias”, poco a poco nos vamos quedando sin esos elementos que, en conjunto, definen el nivel cultural de esta tierra. Parece no importarnos que hoy quiten una casa, mañana un monumento y pasado arrasen el interior de una iglesia. El tiempo pasa irremediablemente por todos y por todo, es verdad, y el deterioro ha de notarse irremediablemente. Y si no se invierte ni una peseta en conservación, la ruina nos acecha de modo implacable. Y eso creo que es lo que pasa: nada está fiado a la prevención de posibles daños; y el patrimonio cultural no iba a ser menos.
Pues cuando esos signos de deterioro aparecen en el patrimonio cultural, ¿qué dirán ustedes que hacemos los murcianos? Yo se lo voy a decir: NADA. Cuando eso pasa, todo son “cuatro piedras viejas” que se pueden quitar y machacar sin que a nadie moleste. Se hace así un bien a la comunidad, a la que se ahorra unas perras en salvaguardar unos valores que no se entienden muy bien. La cultura, ya lo he dicho alguna vez, es ante todo una actitud. Pero para poder tomar posiciones en ella hace falta también estar informado y leído. Sólo los bobos la desprecian o son capaces de extasiarse ante cualquier de sus manifestaciones sin llegar a entenderlas.
¿Y por qué digo todo esto? Pues no tienen más que ir al enlace que les dejo aquí y volver a ojear las fotografías que ilustran estas palabras. Todo lo demás que pueda comentar sobra, porque no iba a ser sino echar leche por un colmillo. La iglesia de la que habla la noticia es la de San Francisco Javier de Los Barreros (Cartagena). Las pinturas eran de mi padre, Manuel Muñoz Barberán. Y el cura que se las ha cargado me parece algo más que un párroco al uso. Hay que ser un imbécil para actuar así.